La vida está llena de deberías. Lo escuchamos siempre, y son la base de los juicios que hacemos los humanos. Los debería nos fuerzan a seguir los comportamientos que se establecen como buenos y normales. Son además la base para fijar normas objetivas, y estas no son más que buenos argumentos para obligar a todos. Sin embargo, ¿cómo sabemos que ese debería es correcto?
La palabra debería tiene en su seno un veneno paralizante y negativo de una fuerza tan poderosa como un viento huracanado, como la erupción volcánica, y este veneno viene en diferentes frascos, de diferentes tamaños. Los primeros frascos salen de la boca de nuestros mayores, luego de los profesores de primaria, y cuando ya leemos se nos agregan los que vienen envueltos en diferentes papeles, de variadas calidades y grosores. Pero todos son frascos que contienen el concepto de que no lo hacemos bien, que estamos equivocados. Ese es el trasfondo de la palabra debería, el concepto de equivocación. Es común escuchar a las personas aconsejar a otros “deberías hacer tal o cual cosa”. Esto lleva implícito el castigo por la supuesta equivocación del aconsejado, porque se le está diciendo que lo que ha hecho ha estado mal y lo que hará en el futuro, si persiste, estará igual de mal.
Este juicio que se hace al usar la palabra “debería” es de una profundidad tal que permea la protección de la seguridad para la afirmación del ser en crecimiento, afectando la autoestima, ya que lleva implícita la negación del otro en su quehacer, en su actuar, en su expresarse. No es una palabra afectuosa y por el contrario le quita el poder a quien se dirige, y el mayor problema es que es usada por aquellos a quienes se les ha dado el poder sobre nosotros, nuestros padres, nuestros profesores, nuestros guías espirituales, nuestros guías religiosos, o nuestros jefes.
El debería es una forma de manipulación de los niños por sus mayores, para que actúen y hagan lo que ellos creen que es correcto, lo que ellos creen que está bien. Siempre aconsejo a los mayores que me consultan que observen cuan perfectos han sido, son y serán ellos como para establecer lo que los hijos “deberían”. La toma de conciencia es dolorosa. Mucho. Y ella viene de entender que si fueran todo lo perfectos que creen ser, y que si les funcionaran todos los debería que inculcan ellos serían exitosos en todos los planos de la vida, tendrían óptimas relaciones, trabajos gratificantes, plenos y realizadores, serían de mucha abundancia material y tendrían un feliz amor de pareja y además óptima salud. Pero, ¿es ello así?, ¿se cumple acaso?
En términos generales nos movemos guiados por normas emocionales, de comportamiento intelectual o por las normas provenientes de los sentimientos de las personas que conforman la sociedad en que nos desarrollamos, por las normas establecidas por las religiones o filosofías imperantes, y todas están llenas de deberías. No comprenden esas normas el sentido de lo que somos los seres humanos, hechos a imagen y semejanza del Creador, que no considera los debería sino que está a la altura de lo que somos, no de lo que mostramos o podemos ver. Los debería que hemos seguido nos pueden llevar a hacer y ser quienes no hemos nunca querido hacer ni ser, y eso solamente por complacer a alguien, alguien a quien amamos y que nos puede causar dolor y sufrimiento si nos quita el amor si no hacemos esos debería. Quizás para un niño el más doloroso después del de los padres es perder el amor de Dios.
Somos seres únicos, irrepetibles, con nuestros propios talentos que pueden ser incluso insospechados para aquellos que quieren dictar los debería en nuestras vidas, con una misión por cumplir en el camino del aprendizaje, de conocer a Dios en todas las cosas y no puede permitirse el manipular las pequeñas conciencias, ni las grandes, para satisfacer deseos personales, y ya bien lo decía el Dr. Bach que ello era una muestra de codicia inaceptable.
La palabra debería crea una cárcel para la verdad. La aprisiona. Pero la verdad, ¿quién la tiene?, ¿quién es dueño de ella?
Si los mayores entendiéramos que los debería que hemos seguido nos sumen cada vez más en el tipo de sociedad que hemos construido, en que no imperan justamente aquellas cosas que decimos perseguir seríamos más cuidadosos en nuestra forma de guiar a los que crearán la sociedad del futuro, nuestros hijos, quitando la palabra debería del vocabulario.
Sabemos lo que venimos a hacer a la tierra. Alentemos a los menores a desarrollarse, sin introducirlos en el temor a la vida, sin llenarlos de trabas, barrotes ni cadenas, sin deberías.
Que Dios les bendiga.
Muy ciertas y atinadas reflexiones.
El peso de esos «deberías» es muy fuerte en la infancia y adolescencia sobretodo en el despertar de los sentimientos amorosos y sexuales. El control que se ejerce ahoga y como reacción viene el desenfreno y desafío a los mayores.
He tenido profesores «de la vieja escuela» que han dejado huella patente por sus acciones exageradas por comportamientos no acordes con supuestos valores correctos, situación personal y de compañeros.
La religión es otra droga. Allí los «deberías» son definitivamente amenazas y nó una invitación a participar de lo que podría ser un crecimiento compartido en la fe que se pretende profesar.
Sin embargo hay límites que debemos considerar a la hora de elegir compartir en sociedad y son los de cada individuo. Se usa constantemente la expresión «derechos», llevado al paroxismo por muchos como expresión de lucha. Comparto ese espacio que todos tenemos; el tema es que no se asocia simultáneamente con los «deberes», palabra que en este caso se aplica en otro sentido, no en el señalado en el post al menos.
Creo hay que aplicar el sentido verbal de esta palabra, es decir la acción, en intenciones que no impliquen una imposición sea quién sea el que las emite. En el proceso de recibir instrucción y educación, en casa y colegio es inevitable que asome la «ley» que ha de cumplirse para vivir en sociedad, respetar y ser respetado. No deja de ser un desafío para los que han asumido la responsabilidad implícita de instruír, los profesores, la aplicación de códigos de conducta y normas de comportamiento.
La vivencia al extremo de estos «deberías» ha llevado a la separación de parejas y relaciones de amistad cuando la imposición termina por abrumar a uno de los individuos. y muchos de ellos no se dan cuenta del código impuesto que no es otra cosa que el aceptar ese «envase» recibido por la sociedad como cánon de vida, como patrón de comportamiento.
adc
Lucho (como acostumbro afectivamente a llamarte) Me han gustado mucho tus nuevas palabras, como es habitual escribes sin pausa… Quisiera compartir una idea que surgió al leer sobre este tema, tal cual lo propones, y es que el DEBERIA nos saca del presente, nos transporta a una imagen ideal, a una ficción, generadora de grandes culpas y bloqueos casi imperceptibles (imágenes y mandatos pasados, imágenes desconocidas de futuro). Creo hoy que es bueno hacer aquello que vinimos a hacer, ya sea para aprender, o para enseñar a otros… y sólo podemos contactarnos con eso si escuchamos detenidamente a nuestro corazón, si nos sintonizamos con su profundo latir, con cómo nos indica el nuevo paso en este eterno presente que a cada instante nos permitimos algunos vivir. Espero cada uno de nosotros podamos seguir en esta existencia al ritmo de nuestra esencia interior. Hasta pronto. Mariú
Querido amigo Alfonso, creo que has agregado aspectos valiosos para la comprensión de lo que provoca y produce esa palabra. Muchas gracias por tus aportes.
Un abrazo y que Dios te bendiga.
Mariú, me alegran tus palabras, como siempre, y lo que compartes es profundo, didáctico y además muy claro. Tu aporte es valioso. No tengo duda de la fortuna que tienen tus pacientes de poder contar contigo para ayudarles en su camino.
Un abrazo y que Dios te bendiga.
Debería – Sería – «que hubiese pasado» …
No están dentro de mi vocabulario. Sólo aparecen cuando me doy cuenta que no debo pronunciarlas.
muac
(p+)
Hay que cambiar el «debería» por un «podría»…cambiar la imposición por la opción…dejar libertad para decidir sin ataduras.
O por un «me gustaría»…
Creo que cualquiera es más beneficiosa que el «debería».
Un saludo afectuoso a cada uno, y gracias por sus aportes.
Me cayó como anillo al dedo, gracias Lucho por tener siempre el comentario acertado. Te quiero
Berenice, gracias por tus palabras. Me alegro que te sirva.
Que Dios te bendiga.