Cuando me suceden cosas desagradables, dolorosas o que siento injustas tiendo a pensar que la persona que hace los “agravios” está acumulando un karma que deberá en alguna oportunidad futura, tarde o temprano, pagar. Sin embargo, a poco andar vuelvo sobre el pensamiento y al recapacitar puedo concluir que es muy posible que yo haya acumulado antes el karma que ahora se está pagando, ya que todo debe equilibrarse, y por eso pasa lo que me pasa. Esa experiencia personal ayuda a comprender algunos aspectos de la vida.
Uno de ellos es que no existe la inocencia: nadie llega impoluto a la vida. Se habla con mucha liviandad en los medios de comunicación cuando sucede algún hecho trágico o traumático de que están pagando “inocentes”. Esta calificación se utiliza generalmente para los recién nacidos o niños en general, para transeúntes en lugares de los accidentes, para espectadores en acontecimientos masivos, pasajeros en accidentes de tránsito o en un sinfín de situaciones. Pues bien, los inocentes no existen, y con su experiencia están solamente equilibrando acciones pasadas o asistiendo a un proceso de aprendizaje propio o de lecciones para un tercero o un colectivo de personas. Y los niños son almas grandes en envases pequeños, aunque sean recién nacidos o nonatos.
El segundo aspecto importante es adquirir la responsabilidad por lo que sucede: nada es casual y todo tiene una causalidad. Ser responsable es simplemente responder con habilidad, y una de ellas puede ser que cuando nos suceden eventos desagradables debemos ser humildes para aceptar que lo que sucede, ya que eso puede estar equilibrando alguna acción anterior nuestra, aunque no tengamos conciencia de ello. Eso es el aprendizaje. Y a veces es duro, algo así como que “al que no quiere caldo, taza y media”.
Nadie es inocente y todo está puesto para nuestro aprendizaje. Y a lo mejor lo que está sucediendo con nosotros es solamente el accionar de la justicia, que equilibra todo. Y cuando somos responsables nuestra actitud cambia, nuestro comportamiento entonces es diferente y los resultados son definitivamente distintos.
Por eso, cuando nos pasan cosas desagradables, o aparecen personas que tienen una cierta autoridad jerárquica poco feliz sobre nosotros, o suceden acontecimientos duros, o alguien te segrega por las creencias filosóficas, religiosas, políticas, el color de piel, la posición social o el monto de la cuenta corriente, es necesario pensar que a lo mejor se está equilibrando lo desafortunado que antes fui con mis actuaciones, y se me está enseñando con firmeza, es decir, se está equilibrando mi karma, que es algo de lo cual no se puede escapar, nunca.
Que Dios nos bendiga.