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Archive for febrero 2012

Siempre cuando se está frente a una disyuntiva se reciben consejos –aunque no se pidan- y normalmente el que más se escucha es “tienes que hacer lo que te conviene”. ¿Y cuál es normalmente la conveniencia sino aquella que va de la mano con lo material o lo económico, ya que la medida de todo lo que se hace es la cantidad de dinero que se puede obtener? Esta recomendación es comúnmente aceptada, sin que se piense en su significado ni en sus consecuencias. Sabemos que el vocabulario genera realidades, y por lo tanto no tiene nada de neutro ni inocente, y sí tiene una enorme importancia en lo que se manifiesta. Y muchas veces el consejo lleva consigo tener que aprovecharse de algo o alguien, sacar ventajas de situaciones o personas, y no tomar en cuenta asuntos de capital importancia como son la conservación de la naturaleza o actuar al filo -o al margen- de la ley, y dejar la ética para después.

El consejo de «hacer lo que conviene más» va aparejado de la medida que usamos para el éxito, que no es otra que la cantidad de dinero y bienes materiales que la persona posee. Un profesional, un empresario, un comerciante, un artesano o un artista es exitoso a la vista de la sociedad conforme la cantidad de dinero que logre juntar en su trayectoria, y cuanto más corta ella es más el mencionado éxito, y mayor entonces el reconocimiento general. Y la persona que lo da está preocupada entonces por lo material como prioridad uno en la vida, seguramente guiada por el temor a la precariedad, por el deseo de poder, por el egoísmo o por la codicia, todos estos asuntos que son tomados hoy día como excelsas virtudes.

Sin embargo el éxito tiene otras aristas poco reconocidas, como por ejemplo tener salud, mantener buenas relaciones, tener y disfrutar de tiempo, tener comodidad, libertad y sabiduría, vivir con sensación de paz y tranquilidad, ser entusiasta, ser estable emocional y psicológicamente, tener energía creativa, disfrutar del amor y expresar y mantener alegría por la vida. Pero ninguna de estas cualidades está involucrada en el “lo que más te convenga”.

Cada uno de nosotros viene a la vida a hacer algo especial, una tarea o misión que es tan única como lo somos cada uno de nosotros, y esa tarea es nuestra razón de vida, y si no la cumplimos pagamos el precio, ya sea en el cuerpo con una enfermedad o en el Alma, con una huella en ella. Y para poder hacer lo que vinimos a hacer a veces el consejo de marras no nos sirve, porque no es lo que nos conviene lo que tenemos que hacer, sino que tenemos que hacer lo que vinimos a hacer. ¿Cuántos estudiantes universitarios tenemos hoy en el país estudiando carreras por las cuales no tienen ningún cariño ni vocación, pero que suponen pueden augurar un buen futuro económico?, ¿cuántos empleados vemos en oficinas, comercios o servicios mordisqueando su amargura por hacer lo que no quieren hacer?, ¿cuántos padres abandonan de amanecida el hogar mascullando su rabia por tener que sacrificarse un día más? Hace unos años escribí algo sobre el trabajo en el artículo https://caminosdelalma.wordpress.com/2008/05/13/trabajo-servicio/, haciendo en ese entonces la analogía entre trabajo y servicio, que hoy traigo a colación debido a que están unidas en este tema. Sin duda alguna que la comprensión de lo que es el trabajo tiene fundamental importancia en lo que decidamos hacer en la vida, como manifestación de nuestras potencialidades, y cuando lo hagamos desde el fondo del corazón será el amor hecho realidad.

Entonces, hacer lo que conviene, mirando solamente los posibles beneficios materiales puede llevarnos a la infelicidad, y a la frustración permanente. Tenemos que hacer lo que vinimos a hacer, no importa que ello sea desde la sencillez, desde el anonimato o simplemente desde la humildad, porque si es eso lo que tenemos que hacer nuestra Alma estará rebosante de alegría.

Disfrutemos de lo que vinimos a hacer, y si no lo sabemos aún gocemos del camino que nos lleva a ello, pero no sigamos ni por un instante el consejo de hacer lo que nos conviene, sino hagámosle caso al Alma que sabe cuando vamos por el camino correcto para cada uno.

Que Dios nos bendiga a todos.

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Cuando se acerca la fecha del cumpleaños entramos en un período de inquietud. Este se manifiesta por síntomas variados, como son cierta introspección, mutismo, observación, ensoñación y soledad. El cumpleaños es una fecha importante, qué duda cabe. Antes del día es el tiempo de hacer el balance de lo bueno y lo malo que sucedió, de lo hecho y lo que quedó pendiente. Entonces nos invade el silencio, la quietud y preferimos la soledad, y pareciera que todo anda más despacio. Nos permitimos, por un período, estar solos con nosotros mismos y dándonos valentía introducirnos en aquello que ya fue y no volverá. No en todas las personas este proceso se vive igual, y mucho del trabajo interno que se hace dependerá del nivel activado de conciencia y de la libertad que se dé cada cual en su vida. La recapitulación en este período es muy importante por la posibilidad de sanar que brinda, ya que la honestidad que trae esta fecha nos pone de frente con lo que fuimos y con lo que queremos ser. Sin embargo, si eso que queremos ser está influenciado por la liviandad de la materialidad, por el afán de poseer que dicta la codicia, y por el ego que siempre quiere vencer, tener la razón, tener fama y poder, la tarea de la introspección será poco honesta y por lo tanto sin frutos. A veces, cuando conscientemente nos negamos a hacer el balance que nos pide el Alma y nuestra personalidad nos lleva por los caminos de la diversión o el escape mundano, nos pillamos un resfrío que nos fuerza a detenernos, a descansar y a estar solos, corriendo a todos de alrededor con nuestra tos y estornudos. Así, descansamos y estamos solos con nosotros mismos y hacemos el trabajo, obligadamente. A lo mejor el resfrío es la muestra patente de las penas acumuladas en el año que está pasando, y es entonces una muy buena oportunidad para aprender de él.

Una evaluación del año que está llegando a su fin -antes de la fiesta misma del cumpleaños- puede ser provechosa, sin embargo, ella no debe ir cargada de penas ni reproches, porque posiblemente aquello que pasó y que nos causó dolor y penas, o que simplemente no se concretó y que no podemos atisbar las razones tiene alguna explicación que la conoceremos solamente en el futuro. Solamente cabe confiar.

Es un buen momento este para poder ver con claridad qué es lo que queremos, pero lo que queremos de verdad, desde el ser interno, desde lo que somos, desde ese ser espiritual que viene a tener una experiencia terrenal. ¿Sabes lo que quieres? Esta pregunta es de vital importancia, porque normalmente sabemos –y decimos- lo que no queremos. Y como se manifiesta siempre lo que decimos, entonces vamos a encontrar siempre lo que no queremos y nunca podrá ver la luz lo que queremos. Manifestarlo de manera positiva lo atraerá hacia nosotros.

Cada cual tiene una misión en esta vida. Nacimos para llevarla a cabo. Es posible que los días antes del cumpleaños nos retrotraigan a aquellos últimos días en que estábamos en el útero materno, alistándonos para el gran acontecimiento que ya venía, en que sabíamos que el verdadero desafío sería llevar adelante aquello que en algún plano acordamos y nos comprometimos a hacerlo, sin importar las dificultades que íbamos a tener y que posiblemente también estarían ahí para ser salvadas, como parte de la tarea.

Pedir, como los deseos que se piden al apagar las velas de la torta puede ser un buen ejercicio. Pedirle a Él que dé las fuerzas necesarias para llevar adelante lo que vinimos a hacer, soñando lo que queremos, valientemente, y con más valor aún seguir el camino que nos muestre, reconociendo las señales.

Que Dios nos bendiga a todos, especialmente a quienes están de cumpleaños por estos días.

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Hemos decidido estar aquí en el planeta en este tiempo de cambios como testigos y actores de una era de cambios importantes, propicios para tomar conciencia de que somos seres espirituales que vivimos en el amor. A lo mejor no tenemos recuerdos conscientes del acuerdo que hicimos para venir a esta vida en estos tiempos, pero a veces hay pequeños destellos de conciencia que nos hacen remecernos como cuando escuchamos a alguien que habla de algún tema que claramente va contra lo establecido, contra lo que se considera “normal” o standard y nos parece “razonable” por decir lo menos, o que dice una frase significativa que nos resuena fuertemente, o cuando vemos a alguien con algún estilo de vida fuera de lo común y que refleja algunas características que andamos buscando por años, y que creemos no podemos alcanzar o que son solamente para algunos tipos especiales. Estamos viviendo momentos especiales, y vemos que muchas de las cosas por las cuales “luchamos” durante años se ven derrumbando inexorablemente: aquello que perseguíamos como meta ya no está existiendo más.

El proceso al que estamos asistiendo dicen algunos que es uno que sucede cada 13 mil años en el planeta, y es de profundas transformaciones, y hemos decidido encarnar aquí para vivirlo, para hacer nuestro trabajo, nuestro viaje épico. Las transformaciones son profundas, y de a poco nada se va sosteniendo, muchas personas van despertando y con ello aumentan las voces que van dando cuenta de recuerdos antiguos, de realidades que emergen a la luz y de aumento de niveles de vibración.

Ya no es un asunto de postura política, ideológica, religiosa, racial, cultural o económica, los cambios son profundos y persistentes, y ellos van cambiando a las personas y se producen porque las personas van cambiando a su vez. Hay movimientos energéticos sutiles poco comprensibles a la mayoría que están actuando. A medida que se asciende se van dejando atrás los miedos, la codicia, la avaricia, para centrarse en la unidad, en que cada uno es parte del otro y que el otro existe conmigo, y está ahí para ser mi maestro, como hermano.

El mundo ya no es el mismo, y a cada instante que pasa se aleja más de lo antiguo. Nosotros tampoco lo somos, y esa sensación de que algo pasa y no logramos saber lo que es puede llegar a agobiarnos. Son los signos de los tiempos. Tiempos de cambios. Pero nosotros quisimos estar aquí. Aunque no lo admitamos.

Es necesario ir hacia adentro, a conocernos más, y abandonar todo aquello que nos distrae de nuestro objetivo final que es tomar conciencia para poder ascender. No quiero decir con ello que hay que abandonar el juego, el goce, el descanso y la distracción, pero este tiene que ser uno que permita a todo el ser restaurar las energías de forma armónica y sana.

Hay mucho por hacer, y muchos cambios por venir, y estamos inmersos en ellos, porque así lo hemos decidido, y siendo entonces actores y testigos viviremos lo que necesitamos.

Que Dios nos bendiga a todos en estos días de cambios acelerados.

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Las caderas forman parte de una región del cuerpo que se siente como insondable. Pertenecen junto a la columna vertebral a la pelvis, en donde se concentra mucha energía. Es la región además de la expresión sexual, donde los dos chakras básicos se localizan y desde donde comienzan a ascender en el camino de la iluminación. En la pelvis es donde alojamos la energía profunda que nos entrega la capacidad de movernos y nos da la necesaria agilidad para la expresión de ese movimiento. Las caderas son entonces las encargadas de la transmisión de ese movimiento y llevarlo a las piernas y se constituyen en el principal apoyo de estas: las caderas son el soporte del caminar, del ir hacia el destino que está esperando.

Las rodillas, el órgano del equilibrio entre la humildad y el orgullo, se doblan hacia adelante. Sus dolencias nos dicen cuando debemos arrodillarnos ante lo que nos pasa. Caemos de rodillas ante el Señor (o el señor o señora), en señal de humildad, y agachamos la cabeza en señal que no tenemos poder ante Él (o él o ella). La cadera en cambio solamente puede doblarse hacia atrás, y este acto refleja en esta escena la sumisión a Él (o él o ella). En ese acto de caer de rodillas, la cadera se dobla hacia atrás y el tronco hacia adelante, en un acto de sumisión.

Las dolencias a los huesos nos hablan de una profunda desvalorización. Es sabido que muchas veces en los hombres que sufren de cáncer a la próstata –órgano del poder masculino, situado coincidentemente en esta zona pélvica- se presenta metástasis en los huesos, lo que provoca mucho dolor. Esto ejemplifica que el hombre además de sentir que ha perdido el poder sufre una profunda desvalorización interna.

Las dolencias a las caderas –que es un hueso- nos hablan de una parálisis profunda en la expresión de lo que somos. Es tanto que un problema serio a la cadera nos impide movernos. Esa analogía hueso-desvalorización nos lleva a la analogía de la cadera (cualquiera sea el lado afectado) como un órgano de apoyo de las piernas que significa que aquello que creímos era la base más fuerte que teníamos, en lo que nos apoyábamos, es decir las creencias más profundas en relación al recorrido en la vida ya no nos sirven más. Por lo general, y en la analogía de la sumisión, los problemas a la cadera nos dan cuenta de que las creencias que teníamos en la relación con el otro –la pareja-  no nos han servido, nos han fallado, y nos quedamos entonces sin apoyo para seguir adelante y entonces nos inmovilizamos, nos paramos, aunque conscientemente no nos demos cuenta. Es necesario además que tomemos conciencia que las dolencias a las caderas inhabilitan para la actividad sexual, que es la expresión máxima de la intimidad con la pareja, y ello significa lisa y llanamente que no se puede seguir adelante con la relación, no se puede “caminar” más, ya no hay apoyo para ello, porque las caderas ya no nos sostienen.

Las caderas representan el órgano del equilibrio entre la sumisión y la independencia, entendida ella como la capacidad de mantener autonomía y libertad para llegar adonde el Alma dice.

Que Dios nos bendiga a todos.

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Mi profesor José Luis Cabouli ideó una regresión grupal que llama «El espacio entre vidas antes de nacer», en que los participantes pueden acceder a ese tiempo en que se hacen los acuerdos de las condiciones en que se desarrollará y viviremos la vida actual. Podemos entonces lograr información valiosa sobre aspectos importantes de nuestra existencia, como por ejemplo conocer el objetivo de la vida; logros que se esperan concretar; aspectos que serán dificultosos de aprender; aprendizajes que se tendrán; elección de los padres y las razones de esta preferencia; asuntos que serán difíciles de trabajar con ellos; aprendizajes para los padres con nuestra existencia, y otros aspectos importantes de esta vida actual. Este ejercicio es de mucha profundidad y una buena ayuda terapéutica. Los participantes de esta regresión grupal obtienen mucha información de utilidad para la vida y pueden tener tomas de conciencia sobre los por qué de muchas situaciones que han atravesado. Los reportes de las personas que hacen este ejercicio son siempre profundamente conmovedores, porque hablan de asuntos que les tocan profundamente, y les permiten en unos pocos minutos darse cuenta de muchos detalles, algunos incluso ya olvidados de la vida.

En este espacio entre vidas se produce el acuerdo con los padres que tendremos y podemos acceder a alguna información acerca de la calidad de las relaciones que hemos tenido con ellos en existencias anteriores, dándonos cuenta de si hay asuntos que aclarar con alguno –o con ambos- y de si la decisión de acordar la filiación se toma en forma alegre o hay cierta reticencia a hacerlo. Pero al final, el acuerdo es voluntario –recordemos que tenemos siempre nuestro libre albedrío- por todos los actores de esta escena. En un artículo anterior escrito hace algún tiempo ya he tocado esta situación – https://caminosdelalma.wordpress.com/2009/12/24/un-acuerdo-entre-tres/ – y he intentado explicarla en profundidad.

Lo verdaderamente importante es que podemos acceder a esa información almacenada en algún espacio-tiempo que en un estado de conciencia normal es difícil de lograr, y con esa información poder sanar. Esa sanación proviene del darse cuenta de las elecciones que hicimos y honrarlas entonces, y de comprender cómo ellas afectan nuestra vida actual.

Cada uno de nosotros forma parte de un gran concierto universal que está ahora siendo interpretado, en que cada cual toca su propio instrumento, manifestando sus dones únicos e irrepetibles, y ningún instrumento está sobrando y toda la orquesta suena en armonía. Nada es al azar, porque todo tiene un propósito. Entonces esta analogía nos permite entender que tenemos un papel único, y que venimos a desarrollarnos, a crecer a este hermoso planeta, y que si estamos aquí es porque hemos elegido ser testigos y actores de este momento tan importante en la Tierra. Tenemos que descubrir qué es lo que venimos a manifestar como parte de esa orquesta, y es necesario desarrollar nuestra individualidad, y atesorarla para brindarnos a la vida. Es posible que ello sea muy difícil, porque hemos acordado ciertos aprendizajes que se hacen muy dificultosos de lograr debido a que las condiciones en que se desenvolverá nuestra vida lo harán difícil. La elección de la familia en la que vendremos –ya sea monoparental o con ambos progenitores, o también con otro sustituto, o sustitutos- nos pondrá en una situación social, racial, económica, política, religiosa, geográfica o física que nos marcará e influirá poderosamente en nuestras creencias y desarrollo personal, y si todo esto está en abierta oposición a lo que nos comprometimos a manifestar necesitaremos mucha fortaleza para sacarla adelante. A lo mejor todas esas dificultades son precisamente parte de una escena mayor en este concierto en que nosotros y también otros sacan aprendizajes de este ejemplo.

Lo importante en todo esto es vivir de acuerdo a lo que somos y acordamos, y esas son las llaves de la puertas de la salud, de la alegría de vivir y de la felicidad.

Que Dios nos bendiga a todos en la manifestación de lo que somos.

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En el momento en que nos encontramos en la Tierra estamos recibiendo muchos mensajes, que nos llaman a reflexionar, a tomar conciencia de lo que estamos haciendo, de lo que nos pasa y de lo que hemos creado como vida individual y colectiva. Los mensajes son variados, algunos altisonantes y otros silenciosos; otros son arrolladores y otros cuidadosos; unos son golpeadores y otros suaves, pero todos remecen a las personas, y nos mantienen expectantes, al menos, sobre lo que pasará a la vuelta de la esquina, o después del amanecer o al finalizar lo que estamos haciendo.

Los cambios que se están viviendo se perciben por doquier, y son acelerados. Parece que no salimos de un conflicto cuando entramos en otro, o alguno que parecía ayer sin importancia toma mañana proporciones aparentemente gigantescas. Hace tiempo ya que los aprietos escalan sus ritmos, no dejando ahora ningún grupo familiar exento de conflictos en alguna área de la vida. No podemos dejar de juzgar a cada instante lo que pasa y vamos creando entonces la realidad que vivimos.

Dentro de los mensajes que recibimos y que no somos capaces de interpretar son los mensajes del cuerpo. Y es llamativo que no los sepamos descifrar y que además vivamos en la ignorancia de su significado. Pero la explicación viene dada por varias aristas. Dentro de ellas está la de que hemos perdido el poder de nuestra salud, porque creemos que ella depende de asuntos externos a nosotros, como agentes causantes de enfermedades, y la mejoría depende de otros, quienes tienen el poder que la sociedad y nosotros individualmente les hemos dado para dejarlos hacer. Son ellos los que saben qué nos pasa, porqué nos pasa, qué debemos hacer para que se nos pase, y qué químicos debemos consumir para combatir lo que nos pasa. Nadie se da el tiempo ni la posibilidad de ver el asunto de la dolencia física desde otro ángulo: hemos perdido el poder sobre nuestro bienestar. Nos lo hemos dejado arrebatar.

Sin embargo, no puedo ser tan condenatorio de esta situación, porque poco a poco se ha dado así. Desde antaño se ha ido produciendo esta situación, que ahora se ve agravada por la loca carrera del desarrollo y del progreso, que no permite ninguna distracción y necesita cuerpos como máquinas que produzcan lo que los proyectos o presupuestos aprobados indican. De no se así habrá otro u otra que debe ocupar ese espacio en el engranaje productivo para cumplir las metas exigidas, para no tener que recurrir a las explicaciones, que sabemos no son aceptadas. Entonces, aparecen los fármacos que “combaten” los síntomas. Y santo remedio, a seguir entonces en el sistema.

Los mensajes del cuerpo son variados, y tienen alguna intensidad, dependiendo lo que suceda en la vida. Hay mensajes sutiles, suaves como susurros. Los hay ya un poco más fuertes, como provenientes de voces más altas. Y luego hay mensajes que se escuchan como gritos a través del cuerpo, y por último están los gritos desgarradores.

En los mensajes suaves y sutiles podemos encontrar por ejemplo los enfriamientos, la tos, el resfrío o gripe, golpes, diarreas u otras simples molestias pasajeras. La tos nos puede indicar repentinamente que algo se nos queda atragantado, y no podemos decirlo, o bien que algo de lo que nos pasa o nos dicen no lo podemos tragar. Los enfriamientos nos hablan de penas, faltas de cariño que sentimos, y la vida nos parece entonces fría. El resfrío o gripe es síntoma de una situación de pena o falta de amor y cariño algo más profunda. Los golpes son pequeños llamados de atención de cierta culpabilidad o rabia que estamos sintiendo hacia nosotros mismos o hacia un tercero, y se producen cuando estamos pensando en la o las situaciones que provocan esas emociones. Cuando te des un golpe observa en qué o quién estabas pensando, y sabrás porqué te golpeaste. En el caso de las diarreas pasajeras puede deberse a no poder aceptar alguna situación que nos pasa y nos sentimos con rabia hacia lo que pasa. Sin duda que es un asunto con lo que se puede vivir y fácilmente manejable, pero el mensaje es para que nos demos cuenta qué es lo que pasa en la vida para que lo podamos cambiar. Eso es leer el mensaje y comprenderlo.

En los más fuertes, como voces altas, tenemos los problemas de resfríos o gripes complicadas, dolores de cabeza, de espalda, colon irritable, dolores de estómago. Los resfríos cuando se complican y se llega a neumonitis u otras dolencias parecidas hacen necesario pensar en la gravedad de la pena o desamor. A lo mejor estamos haciendo alguna actividad que no nos satisface y sentimos que no tenemos libertad alguna, y por eso nuestras vías aéreas se resienten. Los dolores de cabeza nos hablan de asuntos que nos tensan al máximo y que por más que pensamos no les encontramos solución. Los dolores de espalda se dan muy a menudo cuando nos sentimos que caminamos la vida sin apoyo, sin algo o alguien en quien apoyarnos, o bien que nos sentimos traicionados -como si nos clavaran un cuchillo por la espalda- por quién esperábamos otra forma de actuar. El colon nos habla claramente de que debemos abandonar las situación en que vivimos porque no podemos ya sacarle más nutrientes, es decir, ya no podemos obtener nada de provecho de ella, ya sea de una relación amorosa o una actividad o trabajo.

En los mensajes que ya se sienten como gritos aparecen otros síntomas, como por ejemplo, hipertensión, diabetes incipiente, asma, infecciones urinarias y cálculos renales. La hipertensión nos habla de que queremos controlar todo y a todos, no dando la libertad a los otros. En el estado inicial de lo que puede transformarse en futura diabetes podemos darnos cuenta de la soledad que estamos buscando, para rememorar esa soledad infantil sin dulzura. El asma nos habla de la dificultad de decir lo que queremos, posiblemente por problemas de otras vidas. Las infecciones urinarias nos dan el mensaje –como casi todas las afecciones al aparato reproductor que no permiten la actividad sexual- de que es necesario evaluar la relación con el otro, con quien acompaña la vida, para determinar la calidad de ella y la profundidad de los sentimientos de amor. Los cálculos renales son los miedos futuros cristalizados.

Y en los mensajes que ya son gritos muy altos, como desgarradores, y en el cuerpo se expresan como enfermedades autoinmunes, como el lupus, la artritis, las alergias y el cáncer. Mucho se ha hablado de estas, sin embargo, son las más difíciles de analizar analógicamente, y requieren mucha observación. Lo más común a ellas es que tienen una importante incidencia en las últimas décadas, siendo muy importante su número. En términos generales el lupus nos puede mostrar la agresión interna que no se dirige hacia afuera sino hacia sí mismo, por alguna imposibilidad de manifestarse hacia allá. La artritis nos habla de la rigidez interna que no permite la movilidad hacia afuera. Cabría preguntarse a qué situación se teme tanto que se es incapaz de moverse o manejarla. Las alergias nos hablan claramente de la irritación que nos produce algo de nuestra vida -o alguien- y reaccionamos con agresión hacia eso, pero haciéndonos daño a nosotros mismos. Y por último, el cáncer, que en su parte medular nos habla de la no realización, de la negación de lo que somos, sin poder expresarlo o sin poder manejarlo: la pérdida de lo que somos, negándonos a hacer lo que vinimos a hacer.

Los mensajes están en todos los síntomas: es necesario interpretarlos, para recuperar nuestro poder personal, y salir de la espiral.

Que Dios nos bendiga a todos.

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