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Archive for noviembre 2010

Hace algunos momentos me encontré en el facebook una frase de un político, funcionario de gobierno, amigo de algunos de mis amigos, que se queja de la maldad y la mala intención de algunos personajes de la oposición. No deja de llamarme la atención la queja lanzada al ciberespacio, que generó inmediata solidaridad de varios que acudieron en su defensa atacando a los supuestos maldadosos, algunos con particular encono. Y de inmediato me pregunto quienes son los malos y quienes los buenos, y qué es el bien y qué es el mal.

Sabido es que vivimos en un mundo polar, y en este mundo polar una  característica ayuda a definir lo opuesto, es decir el otro polo. Así, cuando digo bajo defino de inmediato alto. Cuando hablo de hermoso defino feo. Cuando establezco lejos defino cerca. Cuando menciono activo defino pasivo. Cuando expreso pobre defino rico. Cuando explico honestidad defino deshonestidad. Cuando digo alegría defino sufrimiento. Cuando escribo enfermedad defino salud. En fin, lo uno define lo otro. Un polo define el otro. Y de inmediato surge la pregunta, ¿cómo puede existir la bondad si no existe la maldad?, ¿cómo podemos saber que algo es bueno si no conociéramos lo malo?

Lo malo es parte constituyente de lo bueno. No puede existir el uno si no existe el otro. Son inseparables. Y, aunque suene duro y casi inaceptable, todos llevamos en nuestro seno la semilla de ambas características. Igual que podemos convertirnos, potencialmente hablando, en algún momento en un ser oscuro y sádico –como Hitler-, en otro nos podemos convertir en un ser luminoso, amoroso y compasivo –como Teresa de Calcuta-. La historia chilena de los últimos cincuenta años nos presenta esta realidad, en forma nítida, aunque no la podamos aceptar aún por tocarnos demasiado de cerca. Es muy difícil –por no decir imposible casi- aceptar los propios miedos, la propia angustia de las proyecciones personales.

Dios, cuando creó a sus huestes creó a Miguel y también a Lucifer. El uno el símbolo y paladín de la Luz, el amor, la bondad y la fuerza. El otro símbolo de la oscuridad, la maldad y el odio. Pero lo importante es que ambos fueron creados por Él, y al ver su creación en vez de destruirla –asunto que no requería mayor esfuerzo para Él- permitió su existencia, hasta nuestros días. El bien y el mal, ambos como partes de un todo. La polaridad, presente desde el principio de los tiempos.

La existencia del mal nos permite darnos cuenta de lo que es el bien. Ambos viven juntos, coexisten, y el uno sin el otro no podría tener sentido. La RAE (Real Academia Española) define el mal utilizando bien. No pueden separarse.

Sin embargo, siempre subsisten las preguntas: ¿qué es lo malo?, ¿qué es lo bueno?

Y la polaridad en la que vivimos nos permite darnos cuenta –bendita cosa la toma de conciencia que trae el darnos cuenta- de que ni el mal ni el bien son absolutos sino que están definidos en base a una valoración personal, subjetiva por tanto. Y nos enfrentamos a un nuevo escenario, y es que somos observadores del mundo que nos rodea, y que lo único que podemos hacer es interpretar la realidad, y no saber cómo la realidad es en sí misma. Esto nos mete aún más en la polaridad. Y ningún polo puede existir sin el otro, a pesar que nos empeñamos en hacer desaparecer el polo que nos desagrade, o que no aceptemos, como la enfermedad, por ejemplo.

La salud y la enfermedad son dos polos de la misma unidad, y no pueden existir la una sin la otra, igual que la vida y la muerte y que el mal y el bien. No hay que hacer desaparecer ningún polo, solamente nos hace falta cambiar la forma en la que miramos ambos. Y la paradoja es que en la medida que queremos que un polo crezca por sobre el otro –como la salud por sobre la enfermedad- el otro crece igual que aquel: la especialización de la salud no ha traído más sanidad, sino que un alarmante crecimiento de la enfermedad. Una crece y la otra también.

La enfermedad puede ser un servicio para el hombre, y es definitivamente un mensaje desde el Alma, y es necesario comprenderla para poder rescatar el recado, y decidirse entonces a hacer los cambios en la vida que llevamos, en la forma en que afrontamos la existencia, para poder entonces sanar. El síntoma trata de comunicar desde el Alma a través del cuerpo los mensajes para poder ser mejores.

Que Dios nos bendiga.

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Hace pocos días leía a un columnista de El Mercurio de Santiago que exponía que la idea central de un grupo político del cual él forma parte era la “mentalidad que promueve la virtud y la tradición, la familia y el trabajo, la subsidiariedad y la seguridad, la propiedad y la trascendencia, la autoridad y el orden, todo ello en un marco de libertad”.

La tradición por su sola definición no puede ser cohabitante de la libertad. La RAE define tradición como “Transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación”. También la define como “Doctrina, costumbre, etc., conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos”. Por ello, la tradición no permite la libertad, y defender la tradición es simplemente ser enemigo de la libertad. Ahora bien, si la libertad fuera dada a todas las gentes, no se podría defender la tradición como un valor, ya que impediría los cambios necesarios en la sociedad.

Entonces debo examinar el significado de “marco de libertad”. ¿Cuál sería ese marco?, ¿libertad pero no tanta como para cambiar las tradiciones?

El trabajo debe definirse como la actividad del hombre para realizar lo que necesita para ser feliz, y ello requiere obviamente libertad. En una sociedad donde las tradiciones se mantienen como dogma de fe obviamente que no puede existir la libertad para crear, para realizar lo que se debe para alcanzar la felicidad, a no ser que ello esté comprendido dentro del “marco de lo permitido”, quedando entonces en deuda con lo de la libertad.

La seguridad es una trampa mayúscula, en la cual estamos sumidos como sociedad occidental. La seguridad parte del supuesto que lo que existe debe mantenerse, libre de todo riesgo. De otra manera la seguridad se transforma en inseguridad. Sin embargo sabemos que la seguridad es una quimera, inexistente, y que lo único que es seguro es que no hay seguridad. La seguridad es opuesta a la libertad, porque la libertad es cambio, es posibilidad de cambiar, es movimiento, es riesgo por sí mismo.

La autoridad y el orden son dos puntos angulares en este análisis. ¿Cuál es el grado de autoridad y de orden que puede coexistir con la libertad? ¿Acaso no debemos definir primero lo que se entiende por autoridad y orden antes de analizar si ellos no sobrepasan el concepto de libertad? Es difícil la compatibilidad de ambos conceptos y la libertad.

La propiedad es por sí sola la antítesis de la libertad. La propiedad lo que hace es justamente lo contrario: quita la libertad a quien la posee, ya que le quita capacidad de movimiento, y como debe cuidarla le quita hasta el sueño. Y a quien no posee la propiedad le quita la libertad de conocerla, de adentrarse en ella, justamente por no poseerla.

La trascendencia se define como aquello que está más allá de los límites naturales, es decir, es una definición abstracta por naturaleza, y a la cual podemos acceder solamente desde el espacio de la imaginación o de la fe. Esta sí que debe por definición ir ligada a la libertad. ¿Pero qué pasa si la libertad de credo está restringida, si no en la forma legal, sí en lo social? Para trascender, es decir, ir más allá de los límites de lo naturalmente conocido o aceptado, debe gozar de la más amplia libertad.

La subsidiariedad se define como la intervención del Estado en apoyo a actividades privadas, comunitarias o sociales, que de otro modo estarían impedidas de obtener ayuda y por ende de subsistir. ¿Soy libre de subsidiar a todas las actividades, o solamente subsidio a aquellas que creo cumplen mejor los requisitos que se imponen?

La libertad es la “facultad del hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Es también “estado o condición de quien no es esclavo”, “o de quien no está preso”. La libertad entonces es contraria a la “mentalidad” que nos asegura el columnista promueve su grupo político.

La libertad es un don, y no se puede incluir en un “marco”, porque es aprisionarla, y con ello ya deja de ser libertad.

Que Dios nos bendiga a todos, y nos de libertad, pero sin marco.

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