Hace algunos momentos me encontré en el facebook una frase de un político, funcionario de gobierno, amigo de algunos de mis amigos, que se queja de la maldad y la mala intención de algunos personajes de la oposición. No deja de llamarme la atención la queja lanzada al ciberespacio, que generó inmediata solidaridad de varios que acudieron en su defensa atacando a los supuestos maldadosos, algunos con particular encono. Y de inmediato me pregunto quienes son los malos y quienes los buenos, y qué es el bien y qué es el mal.
Sabido es que vivimos en un mundo polar, y en este mundo polar una característica ayuda a definir lo opuesto, es decir el otro polo. Así, cuando digo bajo defino de inmediato alto. Cuando hablo de hermoso defino feo. Cuando establezco lejos defino cerca. Cuando menciono activo defino pasivo. Cuando expreso pobre defino rico. Cuando explico honestidad defino deshonestidad. Cuando digo alegría defino sufrimiento. Cuando escribo enfermedad defino salud. En fin, lo uno define lo otro. Un polo define el otro. Y de inmediato surge la pregunta, ¿cómo puede existir la bondad si no existe la maldad?, ¿cómo podemos saber que algo es bueno si no conociéramos lo malo?
Lo malo es parte constituyente de lo bueno. No puede existir el uno si no existe el otro. Son inseparables. Y, aunque suene duro y casi inaceptable, todos llevamos en nuestro seno la semilla de ambas características. Igual que podemos convertirnos, potencialmente hablando, en algún momento en un ser oscuro y sádico –como Hitler-, en otro nos podemos convertir en un ser luminoso, amoroso y compasivo –como Teresa de Calcuta-. La historia chilena de los últimos cincuenta años nos presenta esta realidad, en forma nítida, aunque no la podamos aceptar aún por tocarnos demasiado de cerca. Es muy difícil –por no decir imposible casi- aceptar los propios miedos, la propia angustia de las proyecciones personales.
Dios, cuando creó a sus huestes creó a Miguel y también a Lucifer. El uno el símbolo y paladín de la Luz, el amor, la bondad y la fuerza. El otro símbolo de la oscuridad, la maldad y el odio. Pero lo importante es que ambos fueron creados por Él, y al ver su creación en vez de destruirla –asunto que no requería mayor esfuerzo para Él- permitió su existencia, hasta nuestros días. El bien y el mal, ambos como partes de un todo. La polaridad, presente desde el principio de los tiempos.
La existencia del mal nos permite darnos cuenta de lo que es el bien. Ambos viven juntos, coexisten, y el uno sin el otro no podría tener sentido. La RAE (Real Academia Española) define el mal utilizando bien. No pueden separarse.
Sin embargo, siempre subsisten las preguntas: ¿qué es lo malo?, ¿qué es lo bueno?
Y la polaridad en la que vivimos nos permite darnos cuenta –bendita cosa la toma de conciencia que trae el darnos cuenta- de que ni el mal ni el bien son absolutos sino que están definidos en base a una valoración personal, subjetiva por tanto. Y nos enfrentamos a un nuevo escenario, y es que somos observadores del mundo que nos rodea, y que lo único que podemos hacer es interpretar la realidad, y no saber cómo la realidad es en sí misma. Esto nos mete aún más en la polaridad. Y ningún polo puede existir sin el otro, a pesar que nos empeñamos en hacer desaparecer el polo que nos desagrade, o que no aceptemos, como la enfermedad, por ejemplo.
La salud y la enfermedad son dos polos de la misma unidad, y no pueden existir la una sin la otra, igual que la vida y la muerte y que el mal y el bien. No hay que hacer desaparecer ningún polo, solamente nos hace falta cambiar la forma en la que miramos ambos. Y la paradoja es que en la medida que queremos que un polo crezca por sobre el otro –como la salud por sobre la enfermedad- el otro crece igual que aquel: la especialización de la salud no ha traído más sanidad, sino que un alarmante crecimiento de la enfermedad. Una crece y la otra también.
La enfermedad puede ser un servicio para el hombre, y es definitivamente un mensaje desde el Alma, y es necesario comprenderla para poder rescatar el recado, y decidirse entonces a hacer los cambios en la vida que llevamos, en la forma en que afrontamos la existencia, para poder entonces sanar. El síntoma trata de comunicar desde el Alma a través del cuerpo los mensajes para poder ser mejores.
Que Dios nos bendiga.