En el mundo actual el arrollar, pasar a llevar y someter a otros es signo de fortaleza, de capacidad y signo de admiración. El que lo hace es un ganador, en el nuevo lenguaje. El que es pasado a llevar, el débil o incapaz es perdedor. Para dar la lucha en el mundo así definido, hay que dar con todo, sin llorar, sin dar ni pedir tregua. La persecución del poder permite el uso de todas las armas posibles. Estamos en el siglo 21, pero el “Cambalache” es el mismo: «hoy resulta que es lo mismo derecho que traidor…, lo mismo un burro que un gran profesor…, los inmorales nos han igualao». Pareciera ser que ya aceptamos que el mundo así definido sea el adecuado, y para ello hay que prepararse con todo. Cuando nos expresamos en la vida en forma arrolladora, abriéndonos paso a la fuerza, utilizando los codos como palanca para ganar espacio y terreno, para adelantar a otros, creando desigualdad dentro de la misma fila, se sufre de dolores en esta articulación. También, y he aquí una buena muestra de la polaridad del ser humano, es que cuando percibimos que somos apartados a la fuerza, cuando somos sacados de la ruta que llevamos, los codos acusan con dolor la situación. Los dolores y molestias del codo pueden también delatar que luchamos por hacernos valer, por hacernos notar, lo que puede significar nada más que una señal de defensa ante una sensación de agresión externa, ya sea verdadera o imaginaria. Los codos hacen ver los codazos que recibimos o los que damos en la vida, ya sea en el ámbito laboral, de los negocios, de las cosas prácticas, lógicas y racionales, relación con lo masculino (codo derecho), o en el ámbito afectivo, de la creatividad, de la suavidad y la intuición, relación con lo femenino (codo izquierdo).
Siempre digo que la enfermedad, o más bien los síntomas, no son ni un castigo ni una maldición de Dios: son solamente consecuencia de nuestro actuar como seres humanos. Es posible que esto se torne incomprensible ante la limitativa creencia de nuestra finitud terrenal, pero si nos abrimos al saber, al conocimiento y a la comprensión que somos seres espirituales, eternos, que venimos a tener experiencias terrenales de cuando en cuando, con la finalidad de conocer a Dios en toda su magnitud, para volver a Él algún día, podemos captar el significado de la enfermedad como una oportunidad de aprendizaje. La enfermedad nos puede dar la posibilidad de aprender, al ver más allá de lo simplemente externo como son los síntomas o como es el funcionamiento del cuerpo. La enfermedad no sucede por casualidad, siempre tiene una razón, y tiene un sentido profundo que va dando la oportunidad al enfermo de ir develándolo para aumentar su nivel de conciencia. Cuando tenemos problemas de salud inmediatamente se paraliza el ser humano, y pone un freno a su frenética actividad, cualquiera sea ella, y lo fuerza al reposo. Este reposo lleva a la posibilidad de la reflexión, y con ello poder encontrar el sentido más profundo de lo que sucede en su vida. Hoy, con la profusión de químicos y drogas en utilización para combatir la enfermedad, este sentido no alcanza a ser percibido siquiera y por lo tanto no podemos tener noción de la pérdida de la oportunidad del análisis profundo de lo que hacemos, de en quién nos hemos convertido, de hacia dónde vamos o qué estamos haciendo con nuestra vida.
Los codos son utilizados en el deporte para sacar ventajas sobre el oponente: en el fútbol, en el basquetbol, en los deportes de contacto. No importa el daño que haga sobre el oponente la utilización de los codazos da ventajas en el resultado, que es al fin lo que se busca, y ello forma la base del éxito. Sin embargo, el uso de esta verdadera arma pasa la cuenta al final del camino, ya que lo que se acumula como deuda termina expresándose con dolor. Hoy, se considera normal el sacar ventajas sobre el otro, aún cuando ese otro no sea ni remotamente un verdadero oponente. Es lo que hemos creado como regla, como norma. Como lo normal.
Los codos están comprendidos en nuestros brazos, que son los órganos con los que nos expresamos en cuanto a nuestros sentimientos, en cuanto a lo que viene desde lo más profundo de nuestro interior. Hace algún tiempo escribí un artículo sobre estas extremidades, https://caminosdelalma.wordpress.com/2008/09/02/brazos-abrazos/, y su lectura y revisión puede darnos más luces sobre los significados de sus dolencias, codos incluidos.
Así como las rodillas son el órgano del equilibrio entre la humildad y el orgullo y la soberbia, los codos me atrevo a definirlos como el órgano del equilibrio entre la codicia y la generosidad, o entre la ambición y el desprendimiento.
Para hacer los codos más poderosos los hombres buscan desarrollar al máximo los músculos de la parte superior de los brazos, en una demostración de fuerza y poder. Pero, este mismo desarrollo inhibe las muestras de ternura o afecto, por ser consideradas atributos femeninos.
Los codos son, al final, quienes acusan los golpes que vamos dando o que vamos recibiendo en nuestro camino. Por ello, cuando tengamos dolencias a esta articulación, observemos si estamos en una o en otra, para que podamos enmendar el rumbo, y no crear karma en el primer caso, o simplemente cuidar nuestra integridad en el segundo.
Que Dios nos bendiga a todos.